Cauce inverosimil, vine por tu pleamar sanguinosa, asiendo tu oro trigo, en fardos de nueva Tierra; clamor aciago en sonrojo tus innobles astros. Avancen mis altaneras huestes, vil fulgurar de ascuas en venas. II Son de palabras, placerán las flores por valles y peñas dulces, en vegas de abrevaderos que plañen, el deseo en tercer ávido ferreo, tallo, este viento de son rumoroso, como arroyo que cierne música grave y suave. III Dulce y elogioso, como arte tu embeleso por ancho ensueño, los sones del trueno embebo rudo, acompasado, de mi luna sangrienta, sólo tú prímula escarlata, de cristal azabache relumbras este el mío ardimiento de hierro rojo, que porto. IV Blandea que alza paz de pabellón, solo maullido, vil celda, entre sus reflejas piernas, cruje el alba; ondeando son de guerra. Retumbe indecencia rumbo al rubor carmesí. Sin patio la secuela ni ríos yertos. V Que tu belleza no me descubran, de musario cerro, y eco ensordecido, sus pies de jara beso, tu dulzura en rosa...
Parnaso devorado mar de sienes ingentes caricias, mísera era ala. Escalé mi dulce yermo y sonrojo acontece fiel de almíbar lira y arpa el serrín de destino, oh tormento jamás yerto, no te necesito, me necesitas fiel de asidero. Va mientras mi barca procurando paz de un conflicto nunca existió. y ella, dudo de su realidad; jamás mil máquinas parirán la Flor. Förüq y Leannán-Sídhe