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CANTO COTIDIANO

 











I

Apoco si yo soy más que estos olivos,
que apoco alcanzo en altura su fronda,
apenas llego a revuelo digno
ni pretendo otro consuelo,
de razón sin razones se siembren
si mi muerte pertenece al árbol
eterno de tierra, ni hoja, ni
su rama seré por tantas muertes
me esperan, si acaso la rosa
flamígera, me escuchara, diría
de fundamentos mis anhelos,
ser de Tierra, para ella;
de amor vivo, resultante,
paradoja, u olivo jubiloso
libérate de espanto seré yo raicita
como lombriz azulada purpúrea
que a tantos seres ampara.


II
Canto, que siento, cual campana,
de mar, en azur agonía brava
de tempestad, salvado voy de yermos
parajes y yertas palabras hirientes,
humilde en vigor, de sentir
la inhumana agonía, derretirse
en armonía y alegría,
cual beso se da en ternura,
y nace su tierra, fiel, serena,
gloria de laurel, y de mirto
es la fragancia.
Pureza ensañada de cielo, y encendida
mañana, en un valle de ojos,
con silencio nuevo,
divino acento que no me trae
un mundo desolado.


III
Quién triunfará sin morir
sin llevar un alma verde
plena, conquista que
al espanto, fiel devora,
todos presentimos la porfía.
cual cimiento de dicha arrebatada,
y nuestro amor, en congoja.
De alma errante creadora
oh, sana canción que nace
del pecho dormido,
cual pureza conseguida,
tarea alumbrada,
oh, sones que florecen el corazón,
de muerte, dolor, o ventura pretendida,
que si nace, todo olvida.




El Inocente Förüq
Miguel Esteban Martínez García

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