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Erial

 












Musa, es la fe mía
sobrada, bien hondada,
en abundancia,
que se halla donde estoy
siempre, usara yo
esta palabra donde no habita
caducidad de este ser
de lo que estoy velloso
sin litigio a reparar
amparo de apoyo cariñoso
aquella su herida cerré
animando, presagiando
brotaría un día su luz furtiva.

Allá, alumbrando su
resplandecer airoso;
brillase ajeno el cantar,
que no es de otro,
ni mío cabe pensar.
Mora silvestre
de mi zarza, 
mora castellana,
mi zarzal
verdadera mora
inefable, vestida en carnaval
bonita de dulzura
risible, inocente
que parece tu faz.

Azúcar de aire
y de la imberbe nube
caracoleas la maleza,
dando aviso de espina,
devanadera de erizadas manos.
Mi carne de gallo, 
gritas alegremente
grito de alegría
enamorada, 
inclemente, grito agudo,
parado y prolongado;
te miro con curiosidad,
y nadie observa
a quien mira.

Oscilo los campos
y páramos,
los baldíos y arroyuelos, 
de sus acequias
los almendrucos fugaces,
bienes y haciendas,
paseas como cuna,
también te beso,
ciño a tu semblante 
tu gracia femenina,
rescoldo, me muevo
como sangre, y pan trigo,
de prado en agua perenne.


Quiero deslumbrar mi camino
ayen de estas víboras que caminan,
palpitar del látigo enfoscado,
de sedientos corazones.
Entre sangres fugaces afilo,
esta vida en brea marcada,
deshojada, por cuanto he conocido,
más que tristes metales lascivos.
Caparazón este el mío, inerte,
vertido de marzos seniles,
agota, coarta la esquela,
de mi memoria perturbada.
Camino sin camino,
por donde se oculta el este,
estre pétalos, su iris difunto, imperturbable,
veo la flor que desviste.
Te construyo, sin franca verja, 
ni tapia, ni acantonada te hago,
a imagen y semejanza del aire.
Que pasa y mira
que mira pero no descubre,
que nace dueño de tu avenida.
A este Sol Fierro cuelgo agravios,
templanzas que desvanecen,
como la noche devora lo que es suyo.
 
El Inocente Förüq

Miguel Esteban Martínez García

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