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Acechanza

 












Edición febrero 2017 original febrero 2016, reedición Marzo 2022:

 

Adormidera pulcra,

que sonabas entre una aurora siniestra,

Amapola esquiva,

tu pulcra visión de sangre

que riega la tierra,

nacías lejos de la tierra

que tú querías,

te amé un día así en penumbra,

para por fin no olvidarte nunca,

la fe mudó sus caricias

voló sierras y abrevaderos,

el reino venía tejido

consumado su haz terreno,

del destino florido

en la gesta del jacinto,

en la ambrosía de primavera la brillante,

la Ostara traía su regazo y faldas

todas flores,

en la flor abierta de la veris

voló mi corazón a tu nido

y no es tardanza, es designio final

derramada esperanza vistió

el por qué, de un adiós nunca me dolió

el lirio abrió al color

y la grama abrió en flor

un invierno de flores desangradas

y púrpuras escarchas,

flor de sangre

que regeneraba

el dolido destino

por la azucena

caminaba su olvido dolido,

fiel del suspiro nacido yerto

quedar el te amo, en vilo,

la orquídea colorada en sonrisa

aguardaba la fiel ordenanza

cuando un jardinero de versos

dejó su estampa helada, en el papel

un colorín elevó su trino

para que un zorzal zagal

lo alzara en su nido de espino,

todas las esperanzas

colmadas de un grillo,

oh Heimdal elevado no te pido,

al compás de tu paso

seguía la amapola en duelo

lejos de su tierra

que vio nacer el cielo,

caléndulas esposas del sol

se abrían a la sonrisa

de tu calma amanecida

para yo trenzarte

un beso en la mejilla

quedando las campanillas dormidas,

y las margaritas enrojecidas,

un te amo ardía.

El ascua se encendía

quedaba la sinfonía

de un tordo que visita,

el cielo abría

a sus coloridos jardines

plenos mudaba el grillo de sinfonía

la rosa colorada

dejaba su beso por si acaso

el viento llevara algo,

se hilaba un verso

para el cantar complejo

del baile de la rosa y el clavel masculino

mecida la sonrisa al viento

nacía la basta floresta de los patios

y entre sus escondidos lares un trébol

vertía cuatro hojas

al compás del Sol en su visita,

todo al resguardo de la bella caricia

y la ilusión dormida

que brillaba en tus retinas,

para yo dormirme

dentro de tus ojos.

Abriendo mis flores en son,

ese que hacía brillar los campos

en verde y marrón de un caracol,

relucía el brillo de un brezo,

desplegando su color

un tomillo en albor

por el plantago en flor,

todo lo que dejo

es todo lo que amo,

recuérdame en la flor

del cardo de la dama

me alzo a la altura de la rama

y el espliego amanece conmigo

para el romance del laurel divino,

y el encuentro de la malva con la abeja,

todo el cielo se despeja,

canta la piedra en aspereza

que la vida se torna repleta,

de lo sencillo del musgo

al verde estramonio

con sus trompetas de los ángeles,

rueda la caricia que tu piel divisa,

el campo sin franca tapia ni verja

es dorado por mis sueños

que corren de la vereda a la rambla

fiel de esperanza

la azucena nocturna en flores marcha,

el olivo prendido de olivas

la encina sus bellotas mece

para el tejo guardar su muérdago,

la noche que llora azabache

y ojos de luciérnagas

todo queda prendido

del suelo en duelo

blandiéndose la luna sempiterna de nuevo

y mi verso alzando el vuelo,

queriendo acariciarte de nuevo

la noche que solo conoce la noche

tus ojos que solo conocen tus ojos

por los sueños nacidos vuelan los molinillos,

el monte deja a las carrascas

blandir el horizonte,

las flores a la abeja fabricar su miel,

la tierra se come a los cardos tras el verano,

la adormidera tu piel suscita

llegado el otoño y su caricia

fieles manzanillas abren sus margaritas

y los cardos en espinas

dejan paso a los jilgueros

del campo abierto para regar Ostara tus besos

se anuda un grillo y mi brillo

abriendo una flor

con forma de corazón

dejando paso a nuestro amor.

Con el sigilo de blancos álamos

al verdor de frescos pinos

se cierran todos los caminos

por si acaso vivo que sepa ella

que blindado a la cepa es mi sino,

en estas simientes

en estas verdes sienes

alzo mi latido,

que de madreselva fue vino,

y alzado parto mi destino,

hasta vivir en la mitad

de flor de esta caléndula sostenida,

enraizada en mi pecho,

que no canta

reverbera en esta fuente fría,

porque no tiene despedida,

al fragor de la ascua,

jamás desquita su bella sinfonía,

de raíces y colores de albas,

hasta ser amada

por grises arañas.

 

El Castellano

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