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Serenata blanca

 




A ella, al amor de mis sinfonías
ven, ven, allá donde el mar
no rodea, donde tu canción
sea felonía de aullidos al viento
libre, libre, cuando me nombras
algo que ver en tus ojos,
la noche que crece su árbol
entre mis manos,
una tristeza que baila sus
vidrios de cabellera.
Un pavor de escalas sin terreno
el calor presto de caballero
a  su dama hoguera,
sin fin de matices como escuchar
lluviosa, tu sonrisa entre tu
mirada, mi luz deslumbra ahora
que espero el nuevo reino
que nunca llega, mi desliz
te abraza a un tiempo
que se dibuja y vuela levísimo,
esperando tus labios y un sonrojo,
un arrullo, y una subrepticia.



II
Al susurro veloz,
al coraje de la tierra y su flor
mi amor que es espada en tierra
a descubrir su filo,
canto por tu serenata morena,
un crepitar de lirios y
noches que crecen y no vuelven
al menos iguales.
Un sondear digno y me llevas
a tus lindes,
no cabalgues sin mí
que arduo te acompaño
al sin fin,
noche, noche sin enamorarte
no se hace día
compás de luna y su hechicería
mis lanzas al viento
pertinaz, dispuesto, un valor inmortal
que no pide tu pestañeo
sí, quizá, a lo mejor
de tu corazón morada y templo
quise halos indiscernibles
luces estridentes hoy me acogen.


III
Oh palpitar de infortunio desaconsejado
que mi espada sola no quiere blandir
recuerdo el chasquido inicial
botón que pulsa mi placer,
pero qué optar, qué anhelar, 
qué dirigir, tanto surqué
que no soy adorable
un puente, un río, la dificultad
mi locura, son vidrios de colores,
espasmos rebeldes, medusas
y viborillas, acogerte en pecho
puedo, y deseo, armarte sin mundo
en manos, sin poema que me
dé de comer, pero sí al poder
de mí, te dará de beber,
por ascuas gentiles, cuentan mis vellos
llegó mi descorchar de idea,
entre intereses miles
y argumentos concisos
no seré mejor opción
pero conozco opción como la mía
no nació todavía.


Förüq y Leannán-Sídhe

Miguel Esteban Martínez García

El Inocente

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