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Luz en tierra










Mujer de jóvenes espigas verdes,
de frescas hojas como divino laurel,
era su piel enredada en seda,
alisé mi barbecho de presente,
erguí cumbre de mi pasado,
se amontonaba 
como rastrojo en un señero,
labranza mía entre ribazos de pesadumbres,
dejaba el acre ramificado
entre tristeza y acierto,
paja nueva entre atisbo de nueva cosecha,
más allá,
veía ríos y lontananzas,
aquello que no se divisaba,
sólo ocurría una vez por vida,
erizaba mi alba,
acre en mi pechera y hambre, 
de nueva siega,
siento el nervio afilado entre gramas
y trébol rojo,
pozo de silencio, era mi ilusión,
tumbando orejas,
y tiempos de caderas,
sorpresa,
era verme enredado en un cable,
de cobre un antiguo telégrafo.
Al fondo un verde fantasma, que me mordía,
planté una melodía;
de cielo en tierra,
natural entre tierra recién labrada,
lluvia seguía de noche a alba,
y de alba a noche,
llenando el vado, llamado Castilla,
arpa en grava,
y su nota jamás establecida,
o interpretada igual cada vez sonaba,
desnacer era antediluviano,
como necesidad seca,
y tendida en espalderas de parral,
la ausencia llamaba a la sangre.
Saboreaba neblinas,
y armonía
entre la historia del río crecido.
Partitura de cosecha ganada.




Förüq castellano Miguel Esteban
 

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