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Metal llameante en tu vidrio



Iridiscente encanto,
en tu áspero relente sembrado, 
quién sabe de tu ternura 
sin conocerte, 
aplacas que embebes 
mi furtivo viento, 
entre mis soledades 
y punciones áureas, 
como mis nervios 
blincan aterciopelados 
en tu tacto almibarado; 
montaña suave 
me enterneces 
como sol crepita a lo alto, 
un rayo sedoso 
tu pulcra virtud, 
como espadas lunares, 
vertidas en filo enigmático, 
y absoluta entrega, 
no puedo más estallar,
mi devoción ardiente, 
en éter, 
la lágrima el azabache, 
de arma ancestral, 
y mi mercurio celoso, 
te cuenta Musa, 
que no encuentro 
nueva desquicia 
ni en tu sueño diamante, 
confusos crujen, 
mis sigilos de chopo forjador, 
se requería algo simbólico 
y voy que comienzo.

Polvo y sangre 
mi verdad moviese 
sin calor lascivo, 
ni viento en reflejo 
desesperado, 
mi sentido de escribirte 
en canción resurgida, 
como aquel capitán 
del barco hundido 
renasce, 
abrazado a la bella sirena escarlata 
abrazado, 
fiero con el cuello atado, 
su cantada armada 
bajo océano 
de un abril encantado, 
y como usted, 
sola de valor y hermosura, 
que todo pecho hiende, 
cautivo muriendo vivo 
yo en tu pecho, 
corrige mi gallardía 
una nota abismática 
en escama turquesa 
como mi vítreo iris, 
mis ojos, 
te miran, leen, 
y convergen, 
en viles espuelas, 
que se afligen 
como mi espíritu de Lugh 
Sol ferro que porto, 
presurosa tú, 
polvorosa pluma, 
oh mi blanda Musa 
de cristal candente 
y agua en traje su sombra, 
quién amimarte pueda, 
sin que retrocedas, 
quién encontrase, 
su luz dadora, 
y forjadora, 
su contienda de vida, 
en tus poemas solares entregas, 
agora, el tal mañana,
me rinde razón perdida, 
y claustro admiración secreta, 
desenfundada, 
mayor importunio, 
es no osar seguir este camino 
de espigas rojas; 
y dispares ilusiones, 
de fiera, y dura tierra, 
maravillado señora, 
como Némesis en inmortal saeta, 
la ciencia de la rosa secreta, 
tu aura perfecta, 
tu obra de castro y castillo, 
entre poetas, 
perpetua materia 
es mi esencia de verso, 
que afila, 
mi oscura golondrina, 
mi dulce miseria, 
temer que no se ajuntará, 
mi visión, 
alumbrando contigo, 
mi preñez, 
en desconocimiento.



Förüq el castellano Miguel Esteban

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