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Composición


Pobres hojas caídas de la arboleda,
jamás dolida ni fatigada;
sin su verdor el alma desnuda queda.
como claro cristal oscuro su esmeralda vítrea.
¿Quién pudiera imaginar,
viendo tus golpes crueles,
que cupiera alma tan tierna
en pecho tan duro y fuerte?
Sierpe falaz queda sola idea.
Desde el oculto y venerable asilo,
de sueño y verdor acrisolado,
do la virtud austera y penitente
errantes no eran sus trazos de colores,
decía ella sus sueños eran.
Vive ignorada y del liviano mundo
huida, en santa soledad se esconde,
el triste Esteban al venturoso Sigfrido,
salud en versos flébiles envía.
En lomos una nítida golondrina abismática.
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
cuan arrojo veraz aleteaba mi frente,
nunca por semper, de pasiones ausente.
Un gato pedantísimo retórico.
Sigiloso amimaba, 
su gallardía entre sus filosas fauces.
Quien nunca a ti se volvió,
Ignorado no cayó.
Fue lealtad de nuestro pecho.
Escudriñado mar de ocasos,
y trémulos ventisqueros.
Al hijo de Castilla que fatigado,
decía, no soy Español, soy castellano.







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