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Sigilosa mi idea

 











Sendero sobre la verdinosa luna,
piedra su silencio, y bajo árboles
que aún conservan
jóvenes, verdes aún sus copas,
algún hada dice
agua, un manantial sempiterno,
con piedra rodera su canto
de sediento poeta,
enervaba su divinosa calma,
florida, jovial,
cuan grande su estela flamígera,
oh su corazón sonoro,
inextricable, aseguro
ya no más atorado.
Como almendro recio su oro, va
almíbar los poetas y alquimistas,
versos y guerreros difuntos,
Pegasos blanquísimos,
eran los azares cuando palabra otorgaba,
ejecutor yo, que rompió el espejo,
adelante, vino la guerra,
su cetro gira mi balanza,
puede soliviarse o hundirse,
como soldado,
como amanecer roto,
canto sereno, rumbo al infierno,
de crascitar excelso,
que ni cuervo de Lugh supera,
venga, la luz es otra esfera,
dimensión para los que venimos buscándola
rumbo al postigo incandescente,
bailaré con la sola muerte,
de chasquido perpetuo,
y madre todas las flores desangradas,
gimieron nuestros versos,
por ganar esa luz,
han de llorar animales superiores,
y bestias,
y volver siempre por sus lágrimas,
afinar sus ojos vivos y muertos,
entre destellos y ocasos,
de antes y después 
ganar su esmeralda infernal.
Renuévame silencio
en tu diente
acógeme fiel de estampa,
y universo precoz,
un mundo hecho,
oh soliviar lascivo es carne,
todo girando,
cuando la oscuridad espera,
mi vida es tómbola de polvo fugaz,
por siempre valedero, eterno,
no, no tengo miedo,
su descubrir de latidos afables,
oh su hálito permanente,
solo en este horizonte,
horizonte parco,
y brevemente completo,
tengo nota, signo y respuesta,
y sin ti no tengo clave,
te beso como se besa una voz
al arrope de mi pecho florido
entreabierto,
oh bañado de tu oscura beldad,
sálvame de las sombras,
me acechan,
por esgrimir mi letra por nunca,
hasta volvería a morir
por ti de nuevo,
áurea punción de este amor
precioso y brillante.


Förüq castellano Miguel Esteban

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