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VEGA DEL ALMA

 












I

Quebraba la balanza
como una lisa tabla roída.
Un frenesí abría surco
relojes paraban.
Era suficiente, tiempo necesario
había de aquella esfera, energía memoriable
realidad desdoblaba, se comía así misma
almas llovían arriba, Creador que festejaba
eje de barbecho dolido
eje de azada y tierra nueva,
la carrasca afilaba sus dientes de hoja,
entre sus flores de piedra,
y bellotas del mañana,
esparto entre el tomillo, alzados
tus pies de jara, oh, del risco
al cerro bajo, suben mis ilusiones,
cual caracol judío blanco
brezos de fuego alumbraban mi sendero
buscaba mi ánima por algo de azur
el más joven y fresco,
fui a las malvas, atravesaban terreno esponjado
aquel repecho de la vid, y conquista
del romero castellano
jacintos silvestres que descorchaban
sus botellitas azures de flores.



II
Yedras voraces trepaban el jocoso pino
carrasco, con sangre de musgo
besaba el dulce sosiego
de la paz sepulcral del campo
sus retamas amarillas, el frenesí soberano
desdén de algunos o pocos gamusinos,
lindes atrás mi ventura,
el regodeo del perdigón viajero
llenaba mi dicha, de ojos parejos,
la simiente aposentaba,
simiente de viento castellano,
majuelos entre erizos abrían la idea,
flamas de Eros, hipnótico sortilegio,
aquella danza de vidas en color
silbaba mi pastorcica reina,
entre sus fresas de labios, 
y sus celdas de pestañas,
erizaban sus cabellos su realeza
tez serena, y reposada
que desnudaba a mi nervio silente,
paréntesis del designio fue encontrarla
vestida como viste una espiga.


III
De alitas por pétalos,
y rubores carmesí,
bastaba contemplarla para caer preso
de su mirada y no existía
cura para aquel deseo,
surqué lunas gibosas, para traerla
de mi erial, al lindero, de arado y
barrizal, con aroma a heno
y trigal.
Hoyo en el Sol parecía mi amor,
oh, de rosas bermellón jamás estaba
todo dicho, refulgía su valor,
todos mis anhelos la surcaban
venía a mí vestida de amapola
y en sus ojos dos flores de Odín.
Ostara que la alumbraba,
y rayos irisados fueron sus palabras
de ilusión encendida caminaba
prendida, de razón en alegoría
se me acuesta y briza
su figura extraordinaria, salvaje compostura.



Förüq y Leannán-Sídhe

Miguel Esteban Martínez García
El Inocente


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