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Poemario EL ALMENDRO ANTIGUO DORADO Prólogo




 

Prefacio:



Conste
fehacientemente lo derretido de mi mente. Aquí y ahora, sólo hablo de lo que
consigo en sílaba que percibo. Hablo de magia de la palabra que siempre estuvo.
Esta sólo se otorga a duendes y hadas genios en la sombra; sombra, caduca de
los días. Hay un hambre en sus letras, que recuerda la sangre de batallas,
clavadas en nuestras entrañas. Bailando las danzas en la durabilidad de ser
aquí y ahora. Estirpe de poeta linaje largo desterrado, por el social estado.
Hombre que la tierra parió en venas de estiércol, donde renacen rosas y
crisantemos. Tumba y paritorio en un mismo consultorio. Hallamos aquí entre sus
palabras diademas enramadas, que sólo verán. Aquellos, que mezclan la sazón, de
un corazón, con la alquimia que regala a nuestras manos la tierra. Guerreros y
profetas, damas, que han tocado el ostensible. Bendicen al poeta. Así que oíd
al que escribe bendecido. Mediante este libro escuchad los sueños, que reclaman
las letras con que nos regala. Y si prestáis atención, veréis como si el
mismísimo Gautama bajara a pintarnos su epopeya. Que despierta, la
concatenación de sus letras. Luciérnagas antiguas, con designios
resplandecientes, llenan lagunas donde se vierte la suerte, de dioses, que
prestaron atención a nuestro sino. Así, se abre
  camino, este escrito de infinitas
brumas, vespertinas. Donde luchan la partida el amor, y la muerte que no se
esquiva. Las verdades relativas huyeron con furtividad. Para dejar paso si
acaso a las que tocan el corazón al raso. Añádase de mis uterinas manos de
volcán marino. Abrir la puerta a lo que dijo el viejo barbudo, poeta de todos.
El que según su suerte y signo toca este papel de tinta impreso. El que se
adentra entre sus páginas y siente algo tras el verso. No toca un libro no toca
una página toca a un hombre; nada más y nada menos.



 



 



Arián Arias
Martínez

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