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Carne de Encina


































I
Es ahora,
la tórtola joven
evanesce en tu ramaje,
y los topos ya no aúllan
tus raíces,
soberano filo 
de tus hojas marciales,
sones y cantos 
arrullan tus faldas de piedra.

II
Verde en quietud de escarcha,
tu lágrima de hielo verde,
ojalá brotara de mis humildes manos
con las que te canto,
mi antigua encina
gloria del solitario campo,
escondido en Castilla partida.

III
En tu vereda de barbecho 
y sombra del ara,
señero eterno eres,
sola quietud de alma,
virginal cuna del águila,
azores y rapaces,
humildad,
y sustento de infinitud de vida,
darás tus flores de piedra,
y tus bellotas del mañana,
reguero verde tu soslayo,
tus hojas puntiagudas,
más duras que el cierzo,
que mi idea contigo mece,
segura.

IV
Oh, llanto terreno,
perecedero,
tu dura savia,
sonrisa de eco silencioso,
resuenen mis reflejos,
por tus venas de fuego 
como tu madera crepita el ascua,
vive, que vivirás encauzada,
por siglos secuaces,
y campiñas de ababoles 
y claras espigas.
Al señor olivo,
y tu piara creada 
embeberá jabalíes
entre almazaras,
como oro virgen,
y tu turquesa de mirada.


V
No mueres, ni morirás,
tú, noble blasón 
y emblema de Castilla,
mi tierra herida, 
mi enamorada semilla,
de su mañana.
traigo una lágrima
tu esencia perenne,
como tu ramaje gime al tiempo,
que contigo nada puede,
mi encina bonita,
dura y áspera como jaspe verde,
llamo a tu  tierra bella,
acoja mi letra en tu vera,
sin despedida,
refugio tú,
del cantar airoso las aves,
nada muere bajo tu silencio,
eres noble.


VI
Sincrónica,
al bailar de las estaciones,
horizontes que tu alma atiende,
y sollozo bebe,
tu blandir como seña
de honra y parquedad,
tu solemne sonrisa,
entre cerros,
y más altos vuelos,
todo enerva contigo de su sola muerte,
piedras bellas, tus hojas,
y grajos soberanos juegan 
con tu relente.
Como gloria de la tierra,
que tú dictabas
no era jamás yerma.
Delimitando suspiros de vides.



Förüq castellano Miguel Esteban


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