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Son de grillo

 Son de grillo:

 















Clarín entona sin miedo, la fría gloria,

todo lo que siento arriba del astro, recuérdame,

indemne como oscuridad alumbra la noche,

su violácea arpa del sentido, tejido yo del hierro,

y una escarpia desnuda que anuda,

que desvela mi yunque, mi eje,

apenas dormido, yerto el tiempo, que te conoció,

arriba muy cerca, de la letra dorada,

y su escarcha de silencio senil,

eres más que donde alcanza mi palabra,

un yugo, un arco y una flecha,

una vena trenzada, por la sangre consumida,

embebida por flores sedientas, mi dicha , 

una arpía estridente,

cada deseo, una sinfonía, 

nada cambia la vida onírica,

de azar que clausura mi sino dentado, afilado,

que te lleva que te encuentra,

león aquí león allí en mi corazón,

hilvanas mi calor del fuego,

se funde mi abismo, zarzas por ascuas,

Sol por luna dentro de mis ojos, te encontrarás,

allí, solo habita la luz, como Quimera una,

que te destapa en sueños,

si por soñarte te hiciste realidad mi bella elucubrada,

una vez en la vida, el tiempo se derretirá,

y nuestros labios beberá,

vuelvo a vivir por ti, desnacer impera la ávida letra,

vuelvo a descubrir justo la vida,

matando mi soledad, aumentando el día,

amor que me volviste libre

y elegí amarte,

hasta donde cerraban los ojos de la noche,

mi miedo, se alimentaba de sus paticas,

yo quiero quedarme contigo,

hasta que mi pecho lata abierto,

subiendo cumbres anclando mi sombra,

hasta que la tierra se coma los cardos, tras el estío,

hasta que las flores rendidas, dejen su belleza,

en son de elevado amor,

que asesine los silos de Luminarias,

que descienda lo perpetuo

y quede asido el cielo

hasta que la imagen sea sonido,

y mi deseo traspase las puertas de tu destino,

solo allí reinará lo sentido.

 II

Hemos llegado del son sin tiempo,

desfilando por clarines del alba,

arriba, muy arriba,

donde desciende la aurora,

criquean voces,

sin esquela ni guadaña,

libre por amar,

sin castigo, sin dirección ni destino impuesto,

tu voz que abre como el nardo,

no espero espirales del dulce tormento,

ni sumisiones desangeladas,

bañadas en copa algún hada verde,

necesito resplandores,

nieblas y esquemas vorágines.

Senderos perdidos, ecos de luz,

simientes solares,

y lunas como diamantes,

azares feroces de que en dualidad, 

puedo ser yo mismo,

abrir manantiales y manaderos,

este silencio enjaulado,

que aflora,

y tu alma penetra desde dentro,

hasta su cúspide resplandeciente.

Que sostiene,

y mi ser de nuevo desviste,

para ser de ti,

escala a la cumbre todo cerro.



III


Suba mi amor,

a este tranvía ensoñado,

del solitario ruego,

del sonido bebido,

en letra una absenta encegada,

madera si no tengo,

asigne material y defiendo,

mi número,

nueve marcas en sangre gualda,

en espiga roja,

vengo y he nacido,

del trigo limpio,

vivo y soy dueño de mi propia cárcel,

noche silente,

que considerar,

hasta tejida la negra ánima,

era por ti era por los alacranes de ciudad,

que mi pena es del campo,

y mi vida es tierra,

no enciendas hoguera,

que germinará el ocaso,

sones de arriba laten,

que me eclipsas figura, amor y ventura,

por este cielo,

qué no daría

para que permita,

que mi muerte 

se ancle a esta tierrica bella,

sin oratorias ni recuerdos vanos,

de quien fui,

debido soy seré y seguiré siendo,

relevo de este solitario número,

por sangre.


 

El Castellano

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