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El afán










Días oscuros en la plaza del Sol,

ribera su luna doncella,

abrirse pudiera entre rayos regentados

al solo candelabro de corona acompañado

matices en soslayo, fauces brillantes,

sed núbil, argenta esencia

y candados de luces, humilde haz,
sanguinosa corrihuela, 
sobre tapia su mármol florido,
purpúreo al tacto, suave nube rígida
que mi custodio hable
impalpable entre ocasos azules,
y leones grises,
con tacto terciopelo
le ame sus vítores
como se ve un lince en la ciudad,
una vida de amor eterno,
ascua servil de aceptar hasta quemarse
ola infame viene crispando
que no entienden que por ella puedo no poseer nada
porque tengo abundancia interior que ella baila,
metales y fuentes, soberanos eclipses
que el viento nocturno navega y juega;
cuéntame árbol mío si mi carta sólo tiene tres caras,
soledad atónita entre enjambres de gentes,
impávidas a número, orden y engranaje;
confiante sentirse bajo el Sol humilde,
eclipsando todo acequias y lares,
espumas de ángulos fugaces,
y sierpecillas hábiles
me palpita amplio con serena voz
desangelada, la vida del hielo,
helor entre escarchas,
y su vorágine de cementerio.
serpear entre raíces ahogadas,
afluidas esperanzas unidas
en el trasiego.
con el viento te digo
que no te olvido ni muerto,
no surcaré sus vetustas alas
ni enterraré mis ilusiones
en sus jardines de albas
y hiedras voraces.
Entre ortigas que abren insomnios
fugaces, colaterales
donde exista el acero y ala de pecho,
dormiré en los siglos de tus ojos,
entre turbios cipreses con sabor a luna,
entre la grama reposaré mi razón,
despertando habitando mis granates
huéspedes de mi corazón.
Hasta relamer tu ardimiento de corazón
en compás de divina nota.



El Castellano

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