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I
Altanera y esquiva mi diosa,
mi Musa, sonrisa que es su flor
de figura, y no frialdad de escultura,
su cobre en ojos, que enhechiza,
fulguran sus labios fiebre del deseo
más pertinente, su llama roja
este mi corazón prende,
fracaso de cristales hiende
mi sopor pasional,
vida dura e intensa de frío hielo
y raíz insobornable,
sensación, que vivo su interior,
tan perfecto, que si me dictara
palabra saldría ardiendo,
versos presentes que lamo
su lengüita que lanza
siete pecados capitales.



II
Mis visiones de poeta, de olivo
que vive solo, y lejos, grita callado,
arrancarse el pecho y saltar hoguera,
rompo el vidrio por un
aroma de leyenda;
memoria de tierra parda, áspera,
arcillosa, cima de monte enhiesto,
yerbas olorosas en vespertina mañana,
consejas en sendas que tranquean
las viejas.
Y lo que no dije se murmurea
tras la chasca el fuego,
la hoguera,
oh, hija de Roma y facciones
exóticas cual cierva hada,
vienes al lago mi alma que siento
flamear.



III
Tañe una campana
el milagro una mañana
de azul cristal;
y paz soberana,
oración campestre,
temblaba mi sien,
luz en trino
su golondrina,
nuncio, Hipsípila,
caudillo hijo, siempre
vivirá como hijo,
su padre Sol, y
su madre alborada,
gloria de Sol,
alma pagana,
Diancech oye mi súplica.
Eres mi reina.



Förüq y Leannán-Sídhe

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