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Magnificencia recta, obra completa

 




















I
Vista sin tu jardín quema el día,
inciensos incipientes sobre oro en vena
encima las llamas violetas, noche sin luna,
jardín de ocasos sin acierto, era un bosque
dentro del cobre, bañado por ceniza.
Hinojo en surco y laberinto de caléndulas,
jardín mal parido, brotado
sin tu blanco fantasma de luna, no debo avanzar,
Trenzas, que cuelga la noche concisa,
de argenta cantiga, mirar tu viejo salterío,
y el rostro sin vela, sujeto el candelabro,
con blancos misterios y tres naipes helados,
tapia en piedra sembrada, musgo, y voraz hiedra
jardín castellano, dulce, cantor,
sombra de lobo viejo y dulces gayos ya dicen
lo que no te diría yo.
Risa memorable,
exigía un almendro para dar nuevas hojas.
Cuando dormí, soñé sin pulcra ilusión de palpar
era una fontana de mi sangre que fluía dentro
mi interior, rizadas abejas acudían a colmena
tras bañarse en mi solaz fuente, ardiente mi sangre tenía
aquellos visitantes dorados cargados de tu polen astral.

II
Era una tarde de enero,
de sol quemando el día
allá lo alto el nacer del río Cuervo,
se escondía por su cumbre,
requemando reflejos.
en un valle perdido,
fui por su recuesto,
y su rumor bajaba bravo,
cual cascada al soto
no me resonaban temores ni viles afrentas,
ya conozco lo que no quiero,
mi llano agreste reverbera,
y entre pesares creció
yerguida mi planta,
embebecido llevaba el porte;
del más tranquilo pecho, mi pecho,
cogió mi rumbo un giro dentro su giro,
le llamaron elipse
que yo por humilde y pobre
jamás disparé su incierta osadía
índigo, rebelde,
convertida en ascua
de seguro crascitar
y oscuro secreto,
defendida de mis vientos
alzo su tesitura
de azarosa vida
en beldad suprema,
clamé trescientas
treinta y tres veces,
los que tuvieron suerte,
no vieron su lengüita, la besaron,
no vieron sus brazos, la abrazaron,
no osaron su transparencia habitada, la abordaron;
moriré donde nací,
mi patria, mi hogar,
de cerros mi confín,
sinfín de álamos,
mi mar, mi Musa,
apero su cariño,
manado arroyuelo,
vi fluir cual voces de bronce y ágata,
duendes alenté
bajo los muros de mi cedro,
oh mis pisadas eran eco,
solo y desapagado,
como muere una chicharra su sonido
de noche,
mismo hogar de mis castos dioses.


III
Eternidad besaba ya el lindero abierto,
acuciaba una estrambótica oración,
de jardines redentores,
y suaves luciérnagas de letras,
pisaba saboreando dulce
mi regio abrojo,
tierra abría sus párpados
de forrajes venideros
que nadie puso,
sólo dioses sembraron,
me ofrece cielo y herrumbre,
yo sólo poseo fuego,
como mi mano sustenta,
te admiro tu silencio pedernal
de campo y llanto,
mi risueña viborilla
que yo amo,
que yo admiro,
que yo entrañaba,
de ruego y esperanza nació el consuelo,
de verte como breve destella
una estrella apagada,
pero viva al helor de supernova.
Mi corazón que en repecho y afán
te canta y entona
que te honra.


Förüq a 27-01-2023
Förüq castellano Miguel Esteban Martínez García

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