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Jurisconsulto de umbra

 







Este mi humilde canto,
umbrío tomo blanquísmo,
de meloso sabor arcano,

pedernoso, que blande,
compás de sosiego,
y halagüeña sonrisa encorsetada,

que pregona compás en arraigo.
Y eco a sola voz emitiendo
fantasma o fantasía


Quimera a tiempos
que guardo caricia,
en pregón de sortilegio...

En puñal pretencioso
agua en ámbar montada,
y solas, futuras vísperas

de espigas de idea.
Y encarnadas sendas.
Como todo querer osó disponer.






Patria por siempre sin sentar;
ascua como caracol de espejos.
Fugitivo sin amores,

surcos de fugaz simiente.
Entre rediles que recogen luminarias.
Y relojes de manecillas heladas.



II

Docto de tu dulce vientre
mi sien avelaba ocasos
tras fuego de ababol,

entre tierras de tus reflejas piernas.
Y sus relámpagos azures,
resplandor tibio de ente luminiscente.



Sed de mi sangre,
oro trigo y febril escarcha verde,
renacer acompañante,

aljibe sin fondo a florecer tu entraña.
Por riscos tu voz se hace hambre.
Mesetaria ciencia de ángeles debatiendo.



Amor de pecho a espada
de filo venturoso, y pesquisa húmeda,
blancos que el ser crestea,

jurisconsulto de este ser de espuela.
Diestro, ambivalente,
a sola trifulca brotó mi fuente.



III




Redentora hoz de labriego
sordo, trémulo desliz encorajinado,
soñador, en soto de silvestre rambla,

febriles rejas de esparto.
Cardillos de la dama 
y ababoles de tersas llamas.



Pinos que caracolean
verdor que puebla y somete ocres,
el camino de este fruto de ensueño,

antes que morir sin amapola de fuego.
Labro en sendero a su cielo encerrado,
como una vida sin sentir, no la quiero.



Creo, nazco y completo
papiros elucubraciones, que enhechizan hasta
una flor de la misma sombra

que trajo en fruto de la primera mujer Eva.
Oh vera d`esta espada Lilith ser de ti
como nota a su escala, y sol de amores.



El Castellano

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