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De alta luz




 

I
Era ella como enhiesta surtidora
llena de halos y estelas
como sueños, que ya salpicaban
a las estrellas; congoja del cielo en lanza,
chorro de su mismo empeño Átrida,
oh soledad, de pulcras alas
saeta mísera que sin querer,
me alcanza, fue peregrina, 
de azares que mi alma incuba,
flecha de esperanza y el izar
del alma bella, yo, en ella me diluyo
sin saber llorar, prodigio o señero
a riberas mi soberano Tajo,
dulcísima, de espuma en vientre
y espuela, arduo acorde
filo y delirio vertical, 
vine a ascender de su vera
como vuelo de cristales,
fervor sí, de ciego ciprés.

II

Música que jamás pisa,
oh, de lumbre inamovible,
escorzo; excelsitud que ya no
arredra, gozo, mi planta veterana
torbellino en sien, y vislumbré
afilada dicha que se injerta,
desde que vine a vivirte,
mitad luz lisonjera, media,
sombra que hacía de Perséfone perfecta,
tú mi doncella, mi Escarlata,
dirigida por un ser perfecto, 
no te puedo alcanzar, sí, elevar
de un canto abra la Tierra,
mi telúrica pisada,
supe quien soy, en y para 
lo que vine y es el segundo
arte, vestigial como primigenio,
agricultura. Sembrarte mi naturaleza, puedo.





III
Sí mi arquitecta
la colmena de espejos que labras
su miel y ambrosía,
alma que brilla somera,
tu piel es más que cuerpo,
es carne de mi emoción,
tú, la de la llama en la frente,,
dura hija insigne tu labor,
mi arca conserva la perenne gloria,
sí esa, que no se entrega a cualquiera.
Alta flecha de ojos abiertos,
con boca de lirio real,
oh, del Pánida espliego, voy nacido,
de cadenas de bronce, mi última luz.
Mas no era de otra tierra extraña,
¿Por qué afirmo dirás?
Porque serás la primavera de mi vida,
mi hada de mayo.



El Inocente firma
Förüq y Leannán-Sídhe

MIGUEL ESTEBAN MARTÍNEZ GARCÍA

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