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Señales y azares, solícito

 





FÚLGIDO ALIENTO ESCONDIDO:

 

¿Acaso dormiré la noche?

Se callarán los susurros nocturnos,

el blanco cielo ya no acostará plomizo,

su letargo de otoño aguarda,

taimada mía no marchites

mis leves hojas;

No todavía.

Ampara mi dorada yedra

escucha sus notas de savia verde,

abre y abrirán rizos

en acristaladas fuentes.

Allí el clarín entone

enamorando a la dama del lago,

serpeo mi suerte cuando me dictó verte,

común lache yo perezco

en brazos de mi lejanía nunca hallada,

a ti entrego mi labriego,

inquieto, escita de su linde quieto,

aplaca mi bajel de ala irascible,

relampaguea incesante

alta como la luz etérea,

perenne que yo estaré atento

para osar y no desprenderme;

perjura, retrocede, y avanza

alzándote por falaces bocas,

que desaconsejaron

y creíste amigos,

no poseo yo almendro

de almendras de oro,

pero todo se dará,

sin caer en el vulgo,

mi sed al menos procuro,

es la sangre cándida,

arremete, marca su cántaro rodado,

blando, una solitud escarchada,

a la que se desea tras todo estío,

lisonjero de tórridas llamas

secuaces del terreno.

Hoguera me tiendes la llama

sin rendir tu escuadra,

preso tiembla el morir noble.

Peinadas parras de la sombra,

tupida vida que acicalan

acariciando al rey Sol.


Señales y azares:


Abre que se agita

presurosa una tarde,

de templada mirada

y querellas entre flores

y ágiles mariposas,

hervidero era este silencio

de mi bondad manantial,

completo dictaba

el son de mi despierto,

lozana puridad de abrevadero,

opacidad, completa era y bastaba

a sombra, asida

en oportunidad

la reluciente, cuan estela breve

en azabache

osasen peinarla

como materia tuviese,

mantos blancos

lucientes vestía

madre tristeza,

de tallos

y capullos,

de flores sin savia

ni vivaces fronteras

de colores ni frescas fragancias

a desnudas mozas que los ríos

trenzando orillas, descubren,

inocencia de rubor

y sopor de belleza

sus curvas fecundas plagien,

entre copa de fresnos,

y hayas secuaces

entre robles y álamos encenizados,

se estire mi suerte entre piquillos

y trinos de verdecillos,

era una sinfonía que casi

el tacto alcanzaba,

satinaban los pensamientos,

y sonaban en madrigueras de sueños,

penas quedaban en destierro,

sin ellas nada en existencia

mereciese a gozo amplificar,

bondad que no te pongo nombre,

ni competencia servil te disuelve,

entre arenas  de fabulaciones,

y brea de desmerecerte,

eres señero,

y lanza erguida sin yodoformo,

ni sueño visualizado,

cumbre y manadero

en fuente de aljibe

y abrevadero,

risco con tapiz de siemprevivas;

rosas pétreas,

y álgidos escaramujos

sin tábano

que suerte

vuela el monte,

buscando depósito

y botijo de sangre.

Bondad sin atrio ni costumbre,

eres bella aunque nunca duelas.



Förüq castellano er-lobo bohemio



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