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Espiga sangrante, solícito

 


 Espiga sangrante:





Con el filo y brillo reluciente


está la espada,
blandiendo surcos
en fosas funerarias.
A lo que su empeño sucede.
Quilla de un flagrante monte
surcado por el metal
de hilo de cobre,
sonaba con el viento
haciendo temblar calaveras
en lo alto de aquel poste de telégrafo.
El viento tenía estridencia
y lamento seco.
Digno a desatar quimeras y bestias rectas.
Capaz de dar voz a lo inerte de la vida.

II Hoja:

Allí plantado como se siembra una pipa
me encontré, detuve el sonido
entre escalas y cielos soterrados.
Planté una pila de lluvia sobre marzo,
contestó entre gramófonos la tierra;
una melodía jamás interpretada
y jamás semejante o similar
a haberla escuchado una vez.
Era como un maullido entre gramas
y bocas sedientas.
Como cerrar y esperar que la compuerta secara,
como desplomar semillas
y aventar espigas;
plantado como una sola
de carne y tinta
que la espera viola.


El barbecho de la espiga,
la mar me trae la ola,
la montaña me trae la cascada
mis ojos llevan el color de siglos
de floresta destapada,
mi tierra se lleva mi espada,
el aire mi aullido
hondo, redondo
crujiendo en las aguas,
mi vida lo siente
lleva sangre en las venas,
arterias de ángeles
estrellados en su eco
alzado a la Estrella,
sostenme en las bocas
que mi silencio reverbera,
mi montaña bonita será sentida,
mi Santa flor en la boca de la abeja,
que mi vida maneja,
tráeme los pinos de los montes,
el aire de las cumbres,
tráeme tu boca para nacer en ella,
sigo a Luciffer
bueno él me sigue a mí,
cosas peores habrá
como abrir y entornar la puerta
para que pase la maldad,
siento decirte que arrastro mis demonios creados,
para enterrarlos en el campo,
al lado de un sigilo de chopo,
que así estén de ojos abiertos,
no me enloquecerán más,
estoy hecho de miedo,
soy de hielo
más fuerte que el don austero,
palabras sepultadas en mi zanja,
mis padres y mi gato son inmortales,
¿Por qué me llevaste padre a la ciudad?
Que lento muero aquí,
sin sentir el viento de mi campo,
sin mis flores y su aroma
a vendavales desnudos,
estos árboles de cemento
no suenan con el aire,
ni estos cristales atraen abejas,
aléjame de rejas,
salva mi muerte
que es del monte.



III
Mis palabras relamen,
tus esencias prohibidas,
historia de antaño,
y de un viejo comunero,
contando calaveras
de su Castilla bonita,
cuánto digo y mas no digo nada,
con aplomo de jardinero avanzo,
tu escuela de encanto,
hacia el ministerio inmiscuido,
tus reflejas osadías,
al menos su tiempo de simiente tuvo mi alma,
al seno de belleza y temor a la par,
germinó este amor como procesionaria,
de tierra y savia, sangre y rubor, o los dos,
hielo en alma no quisiera,
ni seco dolor de escapulario,
la niebla fue mía,
y  su barca,
al menos hemos vivido inventando,
sueños rotos,
y saludos de pseudónimo,
libertad de lanza atravesando un viento,
de equinoccio, 
y luna llena de Octubre pretérito,
pretensión corre, no vuela,
con cautela y un siempre
a tu lado validado.


El Castellano

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