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Leannán-Sídhe

 




Serenidad eternal:

Acaso oculto canto
de soledad te envío.
Puede, tan nítido
que ningún hombre
en tierra, pueda negarlo.
Prende mis rosas azules
entre mis fragantes zarzales.
Ya no Musa has tú
de esconderte.
Sólo despertar a la luna
tus azares contundentes.
Te logro ver plena
irisando el gozo somero
danzando yo atrás
de la telaraña.
Púrpura visión
no se me niega.
Serenidad virginal
que florece
entre el tranvía
de estrellas pasaje
al otro mundo del que
vengo.
Tempestuosa tú, amada;
sirves al cántico
sanguinoso inicial.
Florecientes mármoles
me acogen
tu magnificencia
exacta digna de altos
dioses.
Perenne diamantino
que desnuda tu letra
acorde al compás
de mis soles
en tu fecundar
de su ascua
milenaria.



El castellano y Leannán-Sídhe

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