I
Mientras tus faros
palpitan, horizontes
abren almáticos
a una armonía.
Crea y rebrilla
en tu mirada
verdor jovial que disponen
todos campos.
Entre erizos viejos
y caracoles serranos,
tu alma rebrilla
voladora de páramos
y labriegos sordos.
Mientras el afán
secular de la encina
te otorga su virginal
encanto, y frenesí.
II
No hallo más cielo
que mirar tu corazón
escardado, allí habitaba
la simiente,
y el girasol encarnado.
Admirarte como
se admira una maravilla
o Flor de Odín.
Esposa del Sol llamaron
tu mar de Tierra
nueva, me acercas
y mi puridad de escala
te responde:
-No importa que no
te vea, no importa
que no te tenga.
III
Porque eres semilla
divina;
y, después del invierno
verás florecer,
eres mi medio
fuego, mi medio
latido, y la llama
por eternidad parece
que es, y se verá
saciada
como fuego parejo;
de cipreses somos,
y jamás consumidos,
ni en ascuas,
sí prendidos en dicha.
Förüq y Lhiannán-Shee
MIGUEL ESTEBAN MARTÍNEZ GARCÍA
El Inocente
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